Lo único permanente en la vida es el cambio, el cambio es prácticamente constante de nuestras circunstancias, nuestros pensamientos e incluso en nuestras relaciones, algunas vendrán para quedarse y otras se irán fugaces como vinieron, pero nos dejarán una huella para siempre.
Nuestra sociedad y cultura actual nos vende la felicidad a través de la adquisición de cosas u objetos, obtener, comprar, pero poco nos enseñan sobre reparar, soltar, desprenderse de cosas viejas y antiguas que ya no nos sirven.
¿Quién no ha vivido una pérdida?
Todos a lo largo de la vida nos vamos a tener que enfrentar con diferentes tipos de pérdida desde el fin de una relación, como la pérdida de un empleo, una pérdida económica, una pérdida de salud o la muerte de un ser amado.
Perder es inevitable.
También existen pérdidas como un proyecto vital, la pérdida de creencias, hasta el momento final en el que nos tengamos de desprender de nuestro cuerpo físico tal y como lo conocemos. Es un hecho intrínseco a la vida, tod@s nacemos sabiéndolo, sin embargo, es una realidad que preferimos tenerla lejos y no mirarla de cerca por lo dolorosa que pueda llegar a ser.
Si bien es cierto, que en un momento de duelo podemos tener el pensamiento de que no vamos a poder vivir sin esa persona o sin esa pérdida de cualquier tipo que hemos tenido con el tiempo nos damos cuenta de que no es así, que podemos seguir adelante, que tenemos capacidad de enfocarnos y llevar nuestra energía a otros lugares.
El desapego nos puede ayudar a dejar de sufrir. Tenemos una tendencia natural a apegarnos a lo que nos rodea y es que en la zona de confort estamos cómodos, pero si vamos practicando el desapego poco a poco cuándo nos llegue una pérdida tendremos más herramientas para afrontarla.
El desapego es la capacidad para soltar, para abrir la mano y dejar ir todo aquello que nos pesa, que nos lastra en nuestro camino, bien sea una relación, un trabajo, una situación, un pensamiento o una creencia. Rendirse ante la vida, fluir libremente con aquello que te brinda la vida.
Ir al compás de tu realidad en lugar de luchar contracorriente. Es aceptar todo aquello que no puedes cambiar, que no está bajo tu control y dejarlas marchar conscientemente.
“¿Cuál es el secreto de tu serenidad?”
“Cooperar incondicionalmente con lo inevitable”
Proverbio budista
Por supuesto, no es conformase con todo, hay un delicado equilibrio entre luchar por aquello que quieres, tus sueños y proyectos, pero sin obsesionarse, sin querer hacerlo a toda costa, intuyendo el momento en el que hay que soltar para poner la atención y energía en otra cosa.
Aprender a remar hacia donde fluye la corriente, en lugar de luchar en contra nos ayudará a encontrar paz y calma.
¿Por qué nos da tanto miedo soltar?
¿Abrirnos a lo desconocido?
En realidad, es una parte de la vida, la vida implica levantarse cada día sin saber lo que va a suceder, tendemos a dar por sentado, creemos saber lo que va a pasar, pero lo cierto es que cada día es único y diferente, cualquier cosa puede ocurrir en un solo momento.
La vida cambia en un instante, en un abrir y cerrar de ojos la vida te da una sorpresa. Y lo cierto es que más allá del enfoque negativo podemos aprender y sacar seguramente alguna parte positiva en aquellos cambios o pérdidas que a priori las vivíamos como malas.
Las pérdidas son una experiencia natural de la vida, que además nos ofrece una oportunidad de crecimiento personal y de aprendizaje. Crear hábitos o creencias positivas de cómo hacer frente a una pérdida.
Os propongo una sencilla práctica de 3 minutos para comenzar hoy mismo:
● Buscar un lugar tranquilo en tu casa, donde puedas estar en paz. Cierra los ojos y conecta con tu respiración. No hay ningún objetivo, suelta las expectativas, tan solo, siente tu cuerpo, siente tu respiración.
Escanea tu cuerpo buscando donde tienes tensión, donde está relajado. Observa el flujo de tu respiración y permítete estar presente contigo misma durante estos 3 minutos.
Observa tus pensamientos y sensaciones y déjalos pasar, imagínate que son como las nubes en el cielo, tal y como vienen se van. No te enganches a ellos.
Si aparecen sensaciones desagradables o tensiones observarlos sin hacer ningún juicio, sin identificarte con esas emociones. Tú no eres esas sensaciones o emociones, son circunstanciales y están de paso. Acéptalas y dejarlas marchar enfocándote en el momento presente.
Por último, toma conciencia de tu estado después de estos 3 minutos:
¿ha experimentado algún cambio tu cuerpo? ¿Sientes la respiración más tranquila y profunda?
¿Alguna vez has reflexionado sobre cómo te aproximas y te posiciones frente a la pérdida? ¿Reconoces cuáles son tus principales resistencias?
Si te apetece coméntame cual ha sido tu experiencia o escríbeme un email.