Crecimiento Personal

Todo empezó con un curso de meditación hace ya más de 10 años, sin saberlo me adentré en un camino de no retorno de búsqueda y escucha interior. Esta práctica consiguió despertar una curiosidad en mí que no ha parado de incrementar desde entonces.

Esos momentos de silencio y de permitirme conectarme con mi mundo interior fueron un regalo, creamos una Sangha, es decir, una comunidad para compartir con otras personas la experiencia de la práctica. La Sangha nos permite tener un espacio seguro de exploración, de sentir, de aprendizaje, de ser uno mismo.

Para mí ese fue el descubrimiento, el poder conectarme conmigo misma, observar mis procesos internos, sin prisas, sin juicios, aceptando el momento presente. No había excusas, había una hora y un día para hacerlo y lo disfrutaba muchísimo.

Esa práctica de escucha interna, de mirada interior me llevo a comprender todo el potencial que tenemos en nuestro interior.

Herramientas tan al alcance de todos como la observación de nuestros pensamientos, la escucha consciente de nuestros pensamientos, de nuestro cuerpo, ser un simple testigo de que aquello que acontece en mi interior sin identificarme con ello.

Tengo cuerpo, pero no soy mi cuerpo

Tengo emociones, pero no soy mis emociones

Tengo pensamientos, pero no soy mis pensamientos

Soy testigo de todo ello.

El ritmo diario nos impulsa a vivir en piloto automático y no es hasta que paramos que nos damos cuenta de lo deprisa que vamos.

Parar, respirar, salir del “hacer” para pasar al “ser” fue una toma de conciencia enorme. Dirigir conscientemente mi atención y energía hacia donde me quiero enfocar, a trayéndola hacia mí.

Ser yo misma, autentica, transparente y si preocuparme demasiado por lo que opinen los demás. Ser presencia en vez de vivir para hacer, que es la manera que había conocido hasta entonces.

Ser también responsable de lo que sucede o no sucede, me ayudó a tomar el control de muchas cosas y también de abrirme a una capacidad creadora que, aunque intuía estaba en mí no la había desarrollado con tanta conciencia.

¿Pregúntate, donde estás colocado?

¿Eres víctima de las circunstancias o eres responsable de lo que hay en ella?

Si estás colocado en una postura en la que todo lo que acontece en tu vida es ajeno a ti, ya sea en el ámbito personal, profesional o emocional, te sitúa en una posición en desventaja porque te impide actuar, te impide poder tomar las riendas de la situación.

Reconocerte cómo victima supone, además, sentir impotencia al culpar a algo externo, sin posibilidad de intervención para cambiar lo que tenemos ante nosotros. No eres responsable de la situación, y, por tanto, no haces nada.

Pero si por lo contrario te sitúas en una postura de responsabilidad y observas en qué medida has podido tener algo que ver con esa situación desagradable o en qué medida has sido parte del problema puedes tomar acción e incluso tal vez puedas sacar algún aprendizaje de lo ocurrido para evitar que no vuelva a suceder.

Para tomar la responsabilidad de nuestras experiencias vividas, es de gran utilidad cambiar la pregunta:

¿por qué sucede esto?

por

¿para qué está sucediendo esto en mi vida?

¿qué propósito tiene esto ahora en mi vida?  ¿qué responsabilidad tengo yo en lo que ha pasado? ¿qué aprendizaje puedo obtener de lo que ha sucedido?

Al cambiar la pregunta todo cambia, nos devuelve la responsabilidad y la capacidad de acción. Puedes probar a ponerlo en práctica, y observar el cambio que se experimenta al colocarte como parte responsable.

Para mi supuso un antes y un después, me sentía con una mayor capacidad creadora. Desde esa posición de poder en la que tú decides que hacer o cómo interpretar aquello que ocurre en tu vida es posible sentir una mayor libertad y autonomía.

Si te apetece compárteme tu experiencia en un comentario o escríbeme un email.